Durante algunos días estuve pensando en que el día de hoy tendría que escribir algo de historia, recuerdos muy preciados por mi y que justo hoy se cumplen diez años de haber sucedido.
Para entrar en contexto:
Homero Martínez de Hoyos (1917-1998), arquitecto con maestría en restauración de monumentos, catedrático de la Facultad de Arquitectura de la UNAM (miles de etc académicos y profesionales, mismos que pienso escribir dentro de poco en otro post); padre de 8 hijos y casi 30 nietos.
Padre de 8 hijos y casi 30 nietos, es allí donde empieza la parte que a mi concierne. Así es, él fue mi abuelo materno.
Era un hombre callado, demasiado callado para algunos y no tanto para quienes sabían encontrar una buena conversación con él. Hombre muy culto e inteligente, gran parte de lo que se, de lo que me gusta y de lo que quise ser se lo debo a él. Pero sobre todo fue un hombre con un corazón tan grande que no le cupo en el pecho, lleno de amor por su familia, en particular por su esposa, compañera de su vida, tanto que hemos llegado a decir que murió de amor, tan sólo 3 meses después que ella.
El relato:
Como ya dije, fue catedrático de la UNAM, de la Facultad de Arquitectura y a lo largo de su carrera se hizo acreedor a muchos premios y reconocimientos, entre ellos el Premio Univerisdad Nacional en 1993. En 1997 le hicieron un reconocimiento por 30 años de Servicios Académicos y aquí empieza la historia.
En ese entonces yo acababa de entrar casi a la carrera, mi decisión de estudiar Artes Visuales fue algo que le agradó y en lo que me apoyó, siempre que necesité de algún dato para una tarea estuvo dispuesto a ayudarme, sólo era cuestión de esperar un poco y en seguida volvía con uno o varios libros donde podía encontrar lo que necesitaba, a veces hasta me decía que me los quedara, que podían servirme para después.
Para ese evento, según él, invitó a sus familiares, amigos y algunos de sus alumnos de la Facultad, pero, como he dicho, tan callado como era, de los que se enteraron algunos no tomaron la invitación tan en serio y otros por ser día de trabajo no pudieron ir, yo como ese día no tenía clases lo acompañé. Cuando llegué al Palacio de Minería en donde iba a realizars el evento, me di cuenta que era la única de la familia que había asistido, cosa que me sorprendió.
Cuando la ceremonia terminó él estaba muy contento, saludó a sus alumnos que habían ido y como se acercaba la hora de la comida los invitó a comer por ahí cerca, ellos se disculparon y finlmente se fueron. Quedamos sólo él y yo, aquel hombre callado, a quien acababan de homenajear (sí, entre otras personas claro está), el Maestro Homero y yo. Me dijo que fuéramos a comer a un lugar por allí y pues yo no tenía otros planes.
Caminamos por algunas calles del Centro, atravesamos un pasaje donde había coches antiguos y fue muy curioso porque cuando vio el primero me comentó que él había tenido uno así y me contó la historia. Cuando pasamos por el segundo y el tercer coche pasó lo mismo, también había tenido unos como esos.
Llegamos a la calle Cinco de Mayo y me señaló el lugar, una pequeña entrada con Toldito Rojo y letras en blanco: L' Heritage. El sitio fue mas elegante de lo esperado, le ofrecieron un whiskey cortesía de la casa por tan importante reconocimiento y zanahorias, rábanos y pepinos como botana. Aún recuerdo lo que comí y que claro, me ayudo a seleccionar: Ensalda César que prepararon junto a la mesa (esa fue la primera vez que la comí preparada como se supone debe de ser) y una carne roja que aunque no recuerdo exactamente qué corte fue, sí recuerdo lo rica que estaba.
Pero mejor aún que el menú fue la conversación, esa conversación que tuve con ese hombre que todos sabían de pocas palabras, los consejos que me dio ese día, las palabras hermosas que me dijo, el momento que compartí con él, eso es de las cosas que más valoro, que llevo muy dentro de mi corazón.
Un año después, meses más meses menos, mis abuelos partieron, sí así es la vida, muchas cosas conservo de ellos, estas por ejemplo. Hoy los recuerdo a ambos además como maestros, porque de mis cuatro abuelos tres de ellos lo fueron.
Sirva este post también para recordar que mi abuelito (Papane como le decía) cumpliría 90 años el próximo lunes 21 de mayo.
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2 comentarios:
Hola, sólo quiero decirte que un dibujo de tu abuelito me impactó para todo al vida, al grado de que es un recuerdo visual que me acompaña a muchos lados. Al leer lo que escribiste sobre los 10 años de su partida me sentí estremecido. Y aunque estudié arquitectura, me hubiera gustado conocer a tu abue personalmente y decirle que lo admiro. Recibe un saludo. leroiest@hotmail.com
excelente reseña de abuelito prima, me hubiera gustado conocerlo mas maduro, para exprimir toda su sabiduria y platicar con él de todo y compartirle mis logros y proyectos. ya que cuando iba con abuelitos era muy pequeño y solo pensaba en jugar y en tonterias. pero gracias a mi papa y a ti y a la familia guardo y compilo sus vivencias :) saludos
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