Pues bien, así como de pronto, nos llegaron las fiestas, y después el año nuevo, y sí, efectivamente hubo lo que siempre hay en esta fecha: el recuento del año que termina, lo bueno lo malo, lo desagradable digno de olvidar, lo rememorable digno de repetir, en fin las cosas que pasaron, y después las que vendrán, los desos, los propósitos, las que no queremos que lleguen y todo.
Es un poco difícil no ponerse un tanto cuanto sentimental, de pronto una lagrimita asoma la rendija del ojo cuando te refieres a los que más quieres, no puedes evitar sentir un escalofrío al pensar que se termina un año (aún cuando sabes que sólo es otra noche invernal, y que el ambiente no entiende porqué habrá tanta contaminación), en fin son un montón de sentimientos encontrados.
A mí en lo personal no me encantan los propósitos, creo que es algo que se han predeterminado mucho y esos propósitos que puedes tener con tanto entusiasmo, pueden también verse opacados por la característica de tener que ponerlos en una lista de pendientes. Yo creo en los propósitos y en los deseos, pero creo que tienen su propia flama que crece o decrece, que uno es quien la aviva o la apaga. El punto es desear y proponerse tener el corazón abierto y la disposición para tener muchos propósitos, muchos deseos, muchas metas y la energía y la perseverancia para cumplirlos.
Aunque, bueno, este es mi muy particualr opinión, tal vez también sea una explicación por la que nunca tengo lista de 12 propósitos al comenzar el año.
En fin... es un año nuevo. Espero que sea uno muy bueno para todos.
Saludos
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