Antes solía relacionar el concepto de vacaciones con diversión y viaje, conforme fui creciendo me di cuenta que para tenerlas hacía falta dinero, razón por la cual las empecé a relacionar con lujo y gasto. Desafortunadamente ahora me doy cuenta que las vacaciones no sólo se tratan de salir cuando uno tiene ganas de divertirse, ahora, más que nunca antes significan descanso, renovación, una pausa para tomar energías y continuar.
Y es esto precisamente lo que mi cuerpo y mente claman. Si hago memoria, las últimas vacaciones largas que tomé, que no fueran en un puente o fin de año fueron hace exactamente 4 años, cuando fui a la boda de mi prima en Tijuana donde estuve feliz durante dos semanas lejos de la gente con la que convivo todos los días, haciendo nada, conociendo cosas nuevas. Si hago memoria, las últimas vacaciones que tomé fueron hace mucho tiempo y empiezo a sentir las consecuencias.
Y es que lamentablemente, yo las he llegado a considerar como un lujo, a veces tal vez inmerecido pero ahora me doy cuenta que además de necesitarlas las merezco.
Decía mi maestra de la escuela que cuando empiezas a equivocarte en las cosas que estás haciendo es momento de cambiar de actividad o tomar un descanso. Eso es lo que me está pasando y es frustrante: me equivoco en mi trabajo, me distraigo, no me salen las cosas, se me olvida, no me concentro, ¡vaya! en resumen no doy una. Y no es por que no me guste mi trabajo ni lo sepa o quiera hacer, es porque estoy realmente cansada, tal vez fastidiada y un fin de semana sin salir en casa ya no es suficiente.
Es por eso que los planes han comenzado, aún no hay mucho en claro pero quisiera empezar a verlo, a darle forma a saborearlo, aunque sea un plan sencillo pero llevarlo a cabo. Claro que aún debo ver primero qué sucederá con el asunto de mi operación y cuadrar con fechas pero de ahí en fuera la vacación debe realizarse, por mi salud mental… y la de aquellos que me rodean.
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